DE CUANDO ERA UN NIÑO,MI RECUERDO DE NAVIDAD EN CONCHAGUA

Araníval Said Rovira Ortiz Autor.          

En los años 80s, la escuelita Mario Gómez, a finales de noviembre, ya me había dado las notas y sabía que había pasado el grado, elevaba con alegría los últimos papelotes (piscuchas), porque ya empezaba a nortear poco, y el viento pasaba a ser un soplo helado y nostálgico. Al calendario de la tienda La Colmenita, que colgaba en la pared, ya solo le quedaba una hoja, y con ello empezaba el conteo de una de las épocas más esperadas del año: La Navidad.

Y quiero con este texto recordar este momento del año que conecta la vida de las personas como nunca, como una fiesta de los sentidos. Las personas tenemos cinco órganos de los sentidos: Los ojos, los oídos, la nariz, la lengua y la piel… la navidad es un diálogo de los 5 sentidos que le dan cuerda a la imaginación, celebran la vida y la luz que nace. Y nos ayuda a sembrar y cultivar nuevos propósitos para un nuevo año.

LOS OJOS, QUE PROPORCIONAN LA VISTA: Por una vez en el año tenía que agudizar la mirada cuando iba a leñar a Gualera. En esta ocasión no solo íbamos a buscar el ‘tercio de leña’ que servía para avivar el fuego de la hornilla de barro, sino también había que encontrar ese “Chirivisco” que se convertiría en el árbol de navidad y que arrancábamos de los palos de salamo. Había que levantar la mirada, y acertar el machetazo en la mejor rama. En otras partes del país, el árbol, se hacía de ramas de café o incluso de mangle en las zonas costeras. Esas ramas se ponían a secar y se pintaban de plateado o blanco. Lo ensartábamos en un cumbo de leche Nido lleno de arena que se forraba de papel y se ponía en un lugar estratégico de la casa. Lo adornábamos con algodón (que a veces lo estirábamos para que pareciera nieve) y algunas bolas de colores plateadas o doradas, porque no todos teníamos acceso a la electricidad y cuando el sol se agachaba, la única luz de aquellas noches era la de un viejo candil. Solo Dios sabe cómo hacíamos, pero éramos muy felices con algo tan simple y bonito.

Debajo del árbol se colocaba ‘El nacimiento’. Durante todo el año, en algún rincón de la casa, se guardaba una caja polvorienta, que se abría solo en diciembre y de ahí se sacaban las pequeñas figuritas de barro de Ilobasco. Desenvolver cada bulto enrollado en papel periódico era una fascinación para la mirada, y descubrir que había dentro era mágico. Las más grandes, ante nuestros ojos, eran los personajes bíblicos principales (José y María y el niño Jesús; los reyes magos y el buey y la mula), a los que se incorporaban un pequeño ejército de soldaditos, campesinos, viejitos, borrachos, vendedoras, enfermeras, mariachis, el cipitío, carretas y personajes que representaba la cotidianeidad de los salvadoreños. Recuerdo que el nacimiento lo colocábamos sobre un saco de yute (mezcal), al que le esparcíamos semillas de chan con la promesa que de ahí brotarían cientos de plantitas a modo de césped. Cada mañana abría mis ojos con curiosidad, esperando ver germinar la plantita, que llenaría de naturalidad y de verde, la escenificación del nacimiento.

LOS OÍDOS, QUE CAPTAN LOS SONIDOS: No se prendía la mecha del cuete más grueso, no se daba el abrazo, ni el soldado destacado en las montañas soltaba aquellas bengalas militares que producían la única luz brillante en el cielo, hasta que los badajos golpeaban las campanas de la iglesia y el repicar rasgaba el silencio de los campos anunciando la medianoche. Aquel talán, talán, tolón, tolón, de la vieja campana (que hoy yace muda, a la derecha de la Iglesia, en un monumento aparte), se oía en todos los barrios de Conchagua, incluso a kilómetros; y era el anuncio vivo de que la luz prevalece y de que el sonido es vida… aquella secuencia o melodía aún resuenan en la memoria de muchos.

Después del toque de campanas, la vieja radio Sanyo de mi casa, se llenaba de nostalgia, recuerdos y alegrías con canciones ideales para bailar y cantar. Había que orientar bien la antena para sintonizar la Radio Nacional o la YSKL. Y sonaban: “Aquellos diciembres”, de Los Falcons. Una canción que siempre sonará muy navideña y su letra siempre viene cargada con una mochila de recuerdos, experiencias vividas y la melancolía de cómo han ido cambiando las tradiciones navideñas. “El burrito sabanero”, con su Tuki tuki tuki tu, Apúrate mi burrito, Vamos a ver a Jesús. El Rom pom pom de “El niño del tambor” y el Feliz Navidad de José Feliciano que nos regaló una canción que se convirtió en un clásico. Y desde luego La Navidad que vuelve de los Billos Caracas boys: Unos van alegre y otros van llorando… Más tarde llegaría la Navidad sin ti de los Bukis… Las lucecitas de mi árbol, parece que hablan de ti, y entre piñatas y sonrisas, siento que no estés aquí…

Los sonidos de navidad, también resuenan en los coros y la representación de las Pastorelas (o Posadas), que por años ha formado parte de las tradiciones de Conchagua como expresiones cultural y artística de extraordinario valor, que hoy necesita de mucho apoyo, no solo de las entidades religiosas que la preservan, sino también, apoyo real, de las autoridades civiles que mucho se vanaglorian, con la frase: Conchagua. Tierra de costumbres y tradiciones.

No tengo registro de cuándo empezaron las primeras pastorelas. Sabemos que nuestro pueblo tiene un profundo arraigo colonial y artístico, y ha sido mediante el teatro popular y la tradición oral – de manera sencilla – que se ha evangelizado y representando montajes que mezclaban las escrituras bíblicas y narraciones que tienen sus raíces en la etapa previa a la conquista. Evidentemente, entre estos simbolismos se encontraban las pastorelas. Ya en los tiempos del Padre Sebastián Peniche tengo vagos recuerdos de iniciativas parecidas y fue con el Padre Emilio Antonio Rivas que se potenció ir por las casas cantando la letanía para pedir posada: En el nombre del cielo os pido posada, pues no puede andar mi esposa amada…. En alguna ocasión yo representé a José a finales de los años 80’s. Nos recorrimos todos los caminos de Conchagua, a la última luz de cada día de diciembre, narrando y cantando el camino de los pastores para llegar a ver el nacimiento de Jesús en Belén.

LA NARIZ, MEDIANTE LA QUE SE PERCIBEN LOS OLORES: El olor a tierra mojada después de una lluvia, el olor a una flor, a mar, a leña recién cortada, a café recién hecho… no se puede comparar con la experiencia de poder oler la pólvora de diciembre, que es como un tatuaje en la memoria que nos evoca a recuerdos, a hechos pasados que se han quedado instalados para siempre en el registro de los mejores momentos de nuestras vidas. Los cuetes o los cuetillos, han sido un elemento indispensable de la celebración. Conchagua siempre ha usado el cohete artesanal de vara, pero con el tiempo también llegaron los morteros, los buscaniguas, las estrellitas, los volcancitos y en los años actuales espectáculos de luces por los aires.

Es inevitable no recordar las guerras de silbadores con los amigos (que ahora está prohibido para evitar tragedias o incendios). Ya a finales de los 80s, las principales calles del centro de Conchagua, luego de la media noche y de la reventazón de cuetes, quedaban alfombradas de papeles. Y ahí andábamos los cipotes, buscando los cuetes que no reventaron… “Aquí hay uno con mecha”….

LA LENGUA, CON LA QUE SE DISTINGUEN SABORES CON EL SENTIDO DEL GUSTO: Antes de los panes con pollo y los sándwiches estaba el tamal, que ha sido el plato típico tradicional durante años en las sencillas y humildes cocinas de los conchagüenses y del país en general. Los sabores y las texturas en cada bocado también evocan recuerdos a marquesote, ayote en miel, atol, chocolate, café y, en algunos rincones, aprovechando las cosechas de maíz, donde se elaboraba alboroto y dulce de atado. Tengo bien guardado en la memoria las santas manos de mi abuela María Ortiz Enamorado, elaborando tamales para navidad, igual que todas las abuelas de Conchagua cocinando pacientemente a fuego lento. Esa laboriosa faena de preparar los trozos de carne y salsa, envuelta en masa de maíz, amarradas en hojas de guineo, y cocinada en olla de barro, con fuego de leña. Es evidente que el maíz ha representado el grano básico de la dieta en nuestra cocina. Llego de otras culturas y regiones, que también trajeron consigo platillos y formas de cocinarlo, siendo el tamal un método sencillo de cocción del maíz, que se ha quedado en la mesa de nuestros recuerdos de navidad.

En cuanto al gusto por las bebidas, siempre sobre la base del maíz, como era la tradición de nuestros ancestros, se podía disfrutar de una gran variedad de deliciosas bebidas en navidad, entre las más sobresalientes: el atol de semilla de marañón, atol de piña, atol de elote, atol de piñuela. Y que se quite la coca-cola y los tragos modernos para amenizar cada bocado, porque nadie podrá negar que, antes de este tipo de bebidas edulcoradas y artificiales, estaban nuestras bebidas criollas como la chicha, el agua ardiente y el chaparro.

LA PIEL, QUE PERMITE EL TACTO Y LAS SENSACIONES:En el acto del tacto, tengo que recordar las estrenas. Estrenar ropa nueva, zapato nuevo, juguete nuevo. De siempre no tener ropa nueva que ponerse en una de estas fechas es sinónimo de no estar bien, ya que desde niños nos han acostumbrado, a que parte de la celebración es usar, aunque sea una pieza de la vestimenta por primera vez. Al final, el significado de estrenar en navidad o año nuevo se trata de renovarse y exhibir lo que se ha logrado a partir de lo limpio y nuevo, como una forma de mostrarse renovado ante el nuevo año.

Aunque personalmente creo que la navidad siempre ha sido una invitación al abrazo. Dar un abrazo en esta época no ha cambiado de significado ni en los 80s, ni en los 90s, ni en la actualidad; porque el tacto se sitúa en lo más profundo del misterio humano: ese círculo de energía de encontrarse, tenerse, sentirse, rodearse. Y que en Navidad se multiplica por dos. Muchos nos fuimos lejos de la tierra donde nacimos. Y el abrazo a los abuelos, a nuestros padres, hermanos, seres queridos y a los que no están, se ha vuelto en un acto de esperanza, cargado de amor y agolpado de emociones, que lleva cobijo y consuelo desde la distancia. Y aun en la distancia, un ‘hermano lejano’ puede decir: aquí estoy, todo va a salir bien, gracias por estar en mi vida. Y los que sí pueden, y se tienen cerca, es una oportunidad para la caricia, para el tacto, para el amor recíproco.


Pero sobre todo, un abrazo también es una oportunidad para buscar el perdón y perdonar. La navidad llega para eso. Si no, el corazón se queda vacío.

Felices fiestas

  Araníval Said Rovira Ortiz

      Universidad de El Salvador -UES-.

Universitat de València, España

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Kenia Rovira Guzmán

Publicado por KeniaRovira

Soy Kenia Rovira Me considero una persona muy tranquila, Amo la Fotografia, me encanta hablar sobre historia y dar a conocer lo mejor de mi pueblo .Parte de la cultura de los Conchaguas se encuentra en las historias que se narran. Por cientos de años los abuelos de los abuelos han contado historias de nuestro pueblo y en esta oportunidad he creado este blog para dar a conocer la Riqueza de Historias, Culturas y Tradiciones que CONCHAGUA tiene. Espero que cada uno de ustedes viva conmigo todos estas historias y puedan compartirlas con sus familias y amigos. Dios los bendiga.

3 comentarios sobre “DE CUANDO ERA UN NIÑO,MI RECUERDO DE NAVIDAD EN CONCHAGUA

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