Según la tradición, alrededor del siglo IV una piadosa pareja de esposos que vivía en Roma había sido bendecida por su formación cristiana y en muchos bienes materiales. Sin embargo, no tenían hijos con los cuales compartir aquellos dones. Por años rezaron con la finalidad de que el Señor los bendijera con un hijo, a quien dejarle toda la herencia, pero no obtenían ningún resultado. Finalmente tomaron la decisión de nombrar a la Virgen María como heredera y le pidieron con gran fervor para que los guiara. En respuesta, la Madre de Dios se les apareció la noche del 4 de agosto -en pleno verano- y les dijo que deseaba que se construyera una Basílica en el Monte Esquilino, una de las siete colinas de Roma, en el lugar donde ella señalaría con una nevada. De igual modo, la Virgen María se apareció al Papa Liberio con un mensaje similar.
El 5 de agosto, mientras el sol de verano brillaba, la ciudad se quedó admirada al ver un terreno con nieve en el Monte Esquilino. La pareja de esposos fue feliz a ver lo acontecido y el Sumo Pontífice hizo lo mismo en solemne procesión. La nieve abarcó el espacio que debía ser utilizado para construir el templo y desapareció después. El Papa Liberio echó los primeros cimientos de la Basílica en el perímetro que él mismo trazó y la pareja de esposos contribuyó con el financiamiento de la construcción. Nuestra Señora de las Nieves se conmemora cada 5 de agosto. Esta festividad se extendió en el siglo XIV a toda Roma y luego San Pío V la declaró fiesta universal en el siglo XVII.
LLEGADA DE NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES AL GOLFO DE FONSECA

La imagen de la Virgen llega en 1593 con los misioneros franciscanos que se asentaron en las orillas del golfo de Fonseca donde estaba el puerto de Amapala, conocido ahora como Pueblo Viejo, allí fundaron el convento de Nuestra Señora de Las Nieves.
EL CONVENTO FRANCISCANO DE SANTA MARÍA DE LAS NIEVES DE AMAPALA
En un principio, después de establecerse la orden de San Francisco en La Trinidad de Sonsonate, San Salvador, San Miguel y San Andrés Nacaome, los pueblos de las islas del golfo se adscribieron a este último convento, pero la dificultad de visitarlos y la distancia de navegación hizo que en 1593 se creara el convento de Santa María de las Nieves en el pueblo de Amapala, junto a la playa y embarcadero. El uso que habían hecho los mismos frailes del puerto de Amapala, y conscientes de sus facilidades para el tránsito marítimo, hizo que se le escogiera para construir casa conventual, con rango de guardianía, para atender los pueblos comarcanos de Limpia Concepción de Intipucá, Santa María Magdalena de Monleo (hoy desaparecido) y San Juan Yayantique, y los insulares de Santiago de Conchagua, Santa Ana de la Teca y Santa María Magdalena de Meanguera. El edificio monástico fue la construcción más desta[1]cada de la época colonial en el golfo de Fonseca, casi en las arenas de la playa, con vista dominante sobre la pequeña bahía interior del golfo, donde tiraban anclas los barcos, frente a la isla de Venados (Zacatillo) y las aguas profundas. Y arriba el pueblo, en las suaves pendientes que con pereza se dirigen hacia el volcán. En medio de la exuberante vegetación sobresalía su arquitectura sencilla y fuerte, blanca como la cal obtenida de los antiguos con[1]cheros aborígenes, y resonaban desde lo alto de alguna torre las campanas, como una imagen única y emotiva en el panorama marítimo, y como un bullicio de civilización cristiana y occidental entre la etnia vernácula, desde donde los frailes se embarcaban para cumplir con la doctrina y los oficios litúrgicos de los indígenas, agrupados alrededor de las tres iglesias insulares de Santiago, Santa Ana y Santa María Magdalena. En el ambiente tórrido del Fonseca, el nombre del convento y guardianía era un contrapunto evidente y desafiante para el caluroso trópico del mar del Sur: Nuestra Señora de las Nieves.

El convento franciscano fue saqueado e incendiado con motivo de la invasión pirática, con un grupo de filibusteros ingleses en el que se encontraba el famoso aventurero y hombre de ciencias inglés William Dampier, quienes se apoderaron de las islas y por un tiempo permanecieron en el golfo. Los pueblos isleños fueron destruidos y abandonados, y sus habitantes pasaron a tierra firme a fundar nuevos asentamientos. Luego regresarían unos pocos para levantar de nuevo los poblados, pero en lugar diferente a los antiguos.
NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES EN CONCHAGUA
En 1684 las poblaciones del golfo fueron atacadas por piratas ingleses que incendiaron el convento y los pueblos circundantes, entre los cuales se encontraba Santiago de Conchagua, cuyos habitantes rescataron la imagen de Nuestra Señora de Las Nieves y la de Nuestra Señora de la Paz, que se encuentra en la Catedral de San Miguel.

La gente que huyó de los piratas, refundó Conchagua en las laderas del volcán (donde actualmente se encuentra el pueblo) y construyeron una nueva iglesia dedicada a la Virgen de Las Nieves, que finalizó en 1693. En recordación de su Señora, la fachada de la iglesia tiene dos medallones con las iniciales NA que significan Nieves de Amapala, Nuestra Abogada también es conocida como Santa María La Mayor.
Con el pasar del tiempo la imagen se deterioró y perdió su esplendor en el 2016 técnicos del Centro de Capacitación para la Conservación, Restauración y Difusión del Patrimonio Cultural que posee SECULTURA en Izalco y San Salvador iniciaron la restauracion de las magenes de la Virgen de las Nieves, El Señor de los Milagros y Santiago de la Concha.

Hoy Nuestra Señora de las Nieves se encuentra embelleciendo el Altar Mayor de Nuestra Parroquia. Es la primera imagen que tuvo la Parroquia Santiago Apóstol.




NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES INTERCEDE POR TODO TU PUEBLO DE CONCHAGUA Y TODO EL MUNDO ENTERO. NUESTRO AMPARO, NUESTRA ABOGADA.

CANTO DEDICADO A NUESTRA SEÑORA DE LAS NIEVES
Escrito por. Seminarista Willian Alexander Torres.
CORO: OH VIRGEN MARÍA, SEÑORA DE LAS NIEVES,
TÚ ERES NUESTRO AMPARO, TÚ ERES NUESTRO ANHELO.
Llévanos Señora, De la mano contigo, Para estar un día, Junto con tu hijo.
Tú eres la Patrona, Del pueblo de Conchagua, Haz que caminemos, Juntos como hermanos.
Tu rostro hoy hermoso, Brilla muy radiante, Como luz de los pueblos, Como luz del camino.
Del cielo ha bajado, La Virgen María, Para estar con sus hijos, En su templo amado.
Del pueblo de Amapala, Viajaste Reina Hermosa, Subiste la montaña, Posaste en tu templo.
Cantemos al amor, A Jesús Bendito, Por habernos dado, Su querida Madre.
Tus manos están llenas, De mil bendiciones, Derrama sobre nosotros, Tu gracia Virgen Madre.
Gracias te damos Madre, Por habernos reunidos, Cuida de este pueblo, Del pueblo de Conchagua.
Ya nos vamos Virgen, Nuestra dulce abogada, Nuestro santo amparo, Danos tu bendición.
REFERENCIAS:
- El Golfo de Fonseca. Una Historia Trascendente – Pedro Antonio Escalante Arce.
- El Salvador Investiga.
- Foto Cortesía de Sr. Raúl Lizama
- Canto Cortesía de Seminarista Willian Alexander Torres.

Felicitaciones por tu gran trabajo Kenia, viví mi niñez en Conchagua, ya tengo 75 años, estoy encantada de conocer la historia de ese amado terruño, yo escuché algunas cosas que ya no recuerdo!
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