Para mí, desde mi infancia siempre fue una pasión por aprender, al ver a los participantes de nuestras danzas tradicionales, los veía y seguía con gran emoción en todas las presentaciones que hacían, recuerdo esos recorridos de casa en casa, de barrio en barrio en aquellos grandes patios y en medio de toda aquella alegría por las celebraciones de nuestras fiestas patronales. Y me decía, algún día me voy a poner ese traje yo. Y voy a andar ahí enmascarado.

Cuando empecé a danzar, recuerdo que no tenía ni más de doce años de edad, me ofrecí de toritero de La Vaquita y no era suficiente para mi emoción y entusiasmo, también pedí chance de Cumiche en la danza de La Sanjuaneada, les dije que yo podía, que ya me había fijado como le hacía el Cumiche para hacer reír a la gente, esto sin contar todas las veces que desde muy pequeño nunca me perdía la oportunidad de salir enmascarado bailando en el correo de la madrugada y el del medio día para las fiestas. Pero yo quería salir en Los Moros y Cristianos, Y cuando por fin me puse ese traje, ese turbante, era máscara, esa cola, el broquel y tomé en mis manos el famoso alfangel Cortador, a mis cortos doce años fui relevo de El Capitán Primero, en ese momento sentí esa identidad, nuestras raíces, te conviertes en el personaje que representas. Cuando amas tus tradiciones te entregas en cuerpo y alma a tus raíces.

Y al compás del pito y el tambor, ejecutados por tan prodigiosos músicos que te hacen envolverte en esa emoción que genera el escuchar el son, no puedes controlar esas ganas de empezar a danzar, puedes ver esa emoción en la gente cuando los danzantes que integran las dos cuadrillas se invitan a danzar al son de la bella música del pito y el tambor. Ese son del zopilote, el fandango, él baila de la cadena, el caballito, y sin faltar el baile de la espuela, todos los danzantes se entregan y emocionan bailando al mismo son entre gritos y vivas.

Ser danzante es más que bailar, es más que ponerte un traje, es llevar en el alma, en la sangre, en tu corazón, el amor por tus costumbres y tradiciones, es, que con la pasión que le pongas a tus movimientos al danzar lograr que la gente se contagie de esa magia que se vive en cada presentación y al final te lo reconocen con gritos, risas y aplausos felicitándote por ejecutar una buena danza y por las ocurrencias llenas de gracia en el momento de la famosa chiboleada. Todo el traje pudiera parecer pesado, más el turbante y por el calor pudiera ser cansado, pero, aunque lo fuera cuando danzas con el corazón, a los danzantes no les importa soportar el calor, el cansancio por la poca circulación de aire tras la máscara, lo único que importa es disfrutar danzar porque el traje de nuestras danzas es nuestra segunda piel. Nuestras danzas folklóricas, nuestras costumbres y tradiciones son uno más de nuestros tesoros más grandes heredados de nuestros antepasados, nos dan identidad y tenemos la obligación de amarlas, fomentarlas y protegerlas.



Referencias:
- Escritor Conchaguense.
- Fotografías de Cortesía.

Recibido, muchas gracias!
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