Las alfombras de Semana Santa son más especiales, diseñar una alfombra en semana santa es un homenaje, es como un petate ofrendado para el sufrimiento de Nuestro Señor Jesucristo. Recordemos que cuando Jesús descendió del Monte de los Olivos hacia Jerusalén, las multitudes ponían sus ropas en el suelo, extendía sus capas y colocaban alfombras de palma para darle la bienvenida.
Recopilando información sobre el inicio de las alfombras en Conchagua, me comentan José Trinidad Meléndez y José Norberto Barcia que entre los años de 1978, el fervor religioso de Conchagua era expresado y adornado con elementos u ornamentos naturales, especialmente en la época de Semana Santa, cada procesión, cada actividad religiosa alusiva a dicha época, se ataviaba con los mejores vestidos que la misma naturaleza proveía como: palmas, flores, hojas de algunos árboles, conchas de mar, etc. Que muy sutilmente las manos laboriosas daban el toque para embellecer las orillas de las calles donde pasarían las procesiones, también cada estación era resaltada para darle mayor dignidad al viacrucis sin dejar de menos la solemnidad de la procesión del santo entierro los viernes santos al entrar la noche.
Por ese tiempo un joven con mucha dinámica empezó a poner un toque artístico fuera de lo común, Rafael Antonio Barcia (Q.E.P.D.) mostraba entre sus talentos los dotes de pintura, llegando a crear una pintura religiosa que por un par de años sirvió como atractivo principal en la alfombra que se hacía cerca de la estación número tres, (En ese tiempo las calles de nuestra ciudad eran empedrabas) se complementaba la alfombra usando piedras pintadas con diferentes colores, así mismo con flores, aserrín pintado que era detallado en diferentes formas en relieve, era sencilla pero con el matiz de ser los primeros pasos en tan bella expresión religiosa y artística igual que con la inspiración del corazón. A medida corre el tiempo por situaciones sociales, la vida se vuelve turbulenta en el aspecto de seguridad y el joven Rafael fallece. Sin embargo, queda la semilla y gracias a la generosidad de la familia al facilitar el cuadro artístico se sigue la tradición de la alfombra, ahora era su hermano Norberto Barcia y José Trinidad Meléndez, ambos adolescentes.








Por un tiempo debido a la convulsión social que vive el país y especialmente CONCHAGUA, las celebraciones religiosas se omiten o se realizaban en pequeña cuantía. Ya a medida el conflicto va cesando, renace esa semilla de la alfombra, así cada semana santa alrededor de los años noventa resurge la inquietud en la persona de Jose Trinidad Meléndez junto a familiares, vecinos y amigos a elaborar la alfombra y entre apoyándose los unos con los otros. Es así que usando materiales como aserrín de árbol, sal, colorantes, flores, piedras pintadas, semillas de diferentes variedades y las ideas de cooperadores se materializan. Sobre el piso de la calle, en esos tiempos polvosas se preparaba con nailon y sobre estos con mucha delicadeza y con la tranquilidad del corazón se empezaba la obra, trazando figuras, rellenándolas con aserrín o sal pintados de muchos colores todo haciendo referencia a la religiosidad del cristiano, luego agregando detalles que armonizaban con las figuras principales, por ejemplo plantitas de maicillo de 15 días de nacidos en pequeños contenedores. Y luego con el correr del tiempo también hay otros grupos u organizaciones que se unen a celebrar la semana santa elaborando alfombras, cada uno poniendo de manifiesto la cultura de nuestro pueblo.
En el transcurso del tiempo por los años 90 inicialmente, las alfombras eran pequeñas, sencillas y artesanales, se hacían con una pequeña capa de aserrín, se impregnaban de colores con tintes naturales que representaban los trazos dolientes y esperanzados de la Semana Santa según los pasos de la Pasión de Jesús. Después se fueron haciendo diseños más grandes y coloridos, incorporando más materiales naturales y simbólicos. Así, se incorporaron también elementos naturales como piedras, flores, palmas, frutos o semillas en forma de tributo.
Me comenta Araníval Saíd Rovira Ortiz que fue parte del grupo de catequistas en aquellos años que representaban la décima primera estación (Jesús es clavado en la cruz), una estación muy simbólica en aquellos años de transición posguerra en la que, como pueblo doliente, en la sangre derramada recobraban la esperanza. Los primeros años las elaboraron de aserrín, aunque después fueron predominantemente de sal que bañaban de colores. Se limpiaba la calle, se hacían las medidas, se dibujaba el boceto (siempre con motivos religiosos y tradicionales), sobre un marco de papel y con paciencia se rellenaba cada línea como un mosaico. Se empieza desde el centro, hasta rellenar las orillas. Algunos flecos se hacían con moldes de cartón, que le daban ornamentación y realce al cuadro final.





El trabajo de una alfombra no es fácil, ni es el producto de una sola persona, pues se necesita tiempo, organización y la colaboración de todos para llevarla a cabo. Por eso entendí que también era una manera de hacer catecismo con los niños, una manera de ser comunidad. Estoy convencido de la religiosidad con la que nuestros mayores nos ofrecieron esta tradición. Siempre he pensado que se trata de eso, de ejercer el modo más simple de estar juntos, de forjar con las manos la misma idea, de sentir y pensar juntos, de tener el mismo empeño y coraje, el mismo desvelo. Porque pasado el cortejo procesional, luego de unos segundos, todo queda en silencio, pero quienes la han elaborado tienen la sensación de que han sido bendecidos y es cuando llega la satisfacción de reír con la misma sonrisa, de buscar juntos hacer algo mejor para el próximo año… La transmisión de conocimientos y técnicas en la elaboración de una alfombra es una preciada herencia que debe protegerse y preservarse. Nuestra ciudad que antes fue pueblo, se ha caracterizado por ser comunidad, por la solidaridad en cuanto a preparativos y realización de sus tradiciones, costumbres y fiestas religiosas, heredadas de los antepasados y transmitidas de una generación a otra, por medio de la oralidad.
Además de lo antes mencionado, al hacer las alfombras se inicia como a las 9:00 pm del día jueves Santos, al pasar la procesión del silencio ya hay un avance de lo que se representara y se termina entre las 3:00 am del día viernes Santos en espera del Santo Viacrucis. Algunos de los grupos que realizaban las alfombras eran: Catequistas San Juan Bosco, Familia Meléndez, Directiva del Barrio el Calvario, Grupo Juvenil, Los Jóvenes del Barrio San Antonio y la Cruz, entre otros. Cuando no se podía hacer alfombra en las demás estaciones, las comunidades o ministerios se ponían de acuerdo como arreglar cada estación antes de las 6:00 am, donde utilizaban palmas, flores, granos básicos (maíz de diferentes colores, arroz, frijoles entre otros) y las cruces con sus cuadros representativos de cada estación.
Es así como a través del tiempo Conchagua se convierte religiosamente pujante en la reseña de las alfombras en el tiempo de semana santa, una actividad más que se une al fervor católico, es una cultura que siempre permita demostrar el amor al Todopoderoso y que nadie restrinja esta y otras demostraciones de fe.















Referencias:
- José Trinidad Meléndez
- Aranival Said Rovira Ortiz
- José Norberto Barcia
